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RENUNCIA: CONSAGRACIÓN DE SÍ MISMO A JESUCRISTO, LA SABIDURÍA ENCARNADA, POR MEDIO DE MARÍA

Al bautizarnos dejamos atrás la vida vieja del demonio con una renuncia directa al demonio. Entonces hacemos un compromiso con Cristo y entramos en El. Si nos bautizaron de pequeños, nuestros padres y padrinos respondieron por nosotros pero, como adultos debemos apropiarnos de esos compromisos.


SI, RENUNCIO


¿Renuncias a Satanás? Esto es:

- al pecado, como negación de Dios;

- al mal, como signo del pecado en el mundo;

- al error, como ofuscación de la verdad;

- al egoísmo, como falta de testimonio del amor.

R/ Sí, renuncio.


¿Renuncias a sus obras? Que son:

- vuestras envidias y odios;

- vuestras perezas e indiferencias;

- cobardías y complejos;

- vuestras tristezas y desconfianzas;

- vuestros materialismos y sensualidades;

- vuestras injusticias y favoritismos;

- vuestras faltas de fe, de esperanza y de caridad.

R/ Sí, renuncio.


¿Renuncias a todas sus seducciones? Como pueden ser:

- el creeros los mejores;

- el veros superiores;

- el estar muy seguros de vosotros mismos;

- el creer que ya estáis convertidos del todo;

- el quedaros en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios.

R/ Sí, renuncio.


¿Renuncias a creeros superiores a los demás? Esto es a cualquier tipo de:

- abuso;

- discriminación;

- fariseísmo, hipocresía, cinismo;

- orgullo;

- egoísmo personal;

- desprecio.

R/ Sí, renuncio.


¿Renuncias a inhibiros ante las injusticias y necesidades de las personas e instituciones por:

- cobardía;

- pereza;

- comodidad;

- ventajas personales?

R/ Sí, renuncio.


¿Renuncias a los criterios y comportamientos materialistas que consideran:

- el dinero como aspiración suprema de la vida;

- el placer ante todo;

- el negocio como valor absoluto;

- el propio bien por encima del bien común?

R/ Sí, renuncio.


Después de renunciar a Satanás, renovamos las promesas del Bautismo. Así nos entregamos plenamente a Dios en Jesucristo.


Arrodillados ante Dios, en voz alta, y con todo el corazón:


ACTO DE CONSAGRACIÓN

Oh Sabiduría eterna y encarnada! ¡Oh amable y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Padre Eterno y de María, siempre Virgen!

Os adoro profundamente en el seno y en los esplendores de vuestro Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, vuestra dignísima Madre, en el tiempo de vuestra Encarnación.

Os doy gracias porque os habéis anonadado tomando la forma de un esclavo para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.

Os alabo y glorifico porque os habéis sometido a María, vuestra Santa Madre, en todo, a fin de hacerme por Ella vuestro fiel esclavo. Pero ¡ay! Ingrato e infiel como soy, no he cumplido las promesas que tan solemnemente os hice en el bautismo; no he guardado mis deberes, no merezco ser llamado vuestro hijo ni vuestro esclavo, y como nada hay en mí que no merezca vuestra repulsa y vuestra cólera, no me atrevo a aproximarme por mí mismo a vuestra Santísima y Augusta Majestad.

Por eso he recurrido a la intercesión de vuestra Santísima Madre, que Vos me habéis dado como medianera para con Vos, y por este medio espero obtener de Vos la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.

Os saludo, pues, ¡oh María Inmaculada! Tabernáculo viviente de la Divinidad, en donde la Sabiduría eterna escondida quiere ser adorada por los Ángeles y los hombres.

Os saludo, ¡oh Reina del cielo y de la tierra!, a cuyo imperio está sometido, todo lo que está debajo de Dios.

Os saludo, ¡oh refugio seguro de los pecadores cuya misericordia no falta a nadie!

Escuchad los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibid para ello los votos y las ofertas que mi bajeza os presenta:

Yo ......, pecador infiel, renuevo y ratifico hoy en vuestras manos los votos de mi bautismo; renuncio para siempre a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y me entrego enteramente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz tras Él todos los días de mi vida. Y a fin de que le sea más fiel de lo que he sido hasta ahora, os escojo hoy, ¡oh María!, en presencia de toda la corte celestial, por mi Madre y mi Señora.

Os entrego y consagro en calidad de esclavo mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y aún el valor de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, otorgándoos un entero y pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, a vuestro agrado, a la mayor gloria de Dios, en el tiempo y en la eternidad.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA

¡Salve, María , amadísima Hija del Eterno Padre; salve María, madre admirable del Hijo; salve, María, fidelísima Esposa del Espíritu Santo; salve, María, mi amada Madre, mi amable Maestra, mi poderosa Soberana; salve, gozo mío, gloria mía, mi corazón y mi alma! Sois toda mía por misericordia, y yo soy todo vuestro por justicia, pero todavía no lo soy bastante. De nuevo me entrego a Ti todo entero en calidad de eterno esclavo, sin reservar nada, ni para mí, ni para otros.

Si algo ves en mí que todavía no sea tuyo, tómalo enseguida, te lo suplico, y hazte dueña absoluta de todos mis haberes para destruir y desarraigar y aniquilar en mí todo lo que desagrada a Dios y plantar y levantar y producir todo lo que os guste.

La luz de tu fe disipe las tinieblas de mi espíritu; tu humildad profunda ocupe el lugar de mi orgullo; tu contemplación sublime detenga las distracciones de mi fantasía vagabunda; tu continua vista de Dios llene de su presencia mi memoria, el incendio de caridad de tu corazón abrase la tibieza y frialdad del mío; cedan el sitio a tus virtudes mis pecados; tus méritos sean delante de Dios mi adorno y suplemento. En fin, queridísima y amadísima Madre, haz, si es posible, que no tenga yo más espíritu que el tuyo para conocer a Jesucristo y entender sus divinas voluntades; que no tenga más alma que la tuya para alabar y glorificar al Señor; que no tenga más corazón que el tupo para amar a Dios con amor puro y con amor ardiente como Tú.

No pido visiones, ni revelaciones, ni gustos, ni contentos, ni aun espirituales. Para Ti el ver claro, sin tinieblas; para Ti el gustar por entero sin amargura; para Ti el triunfar gloriosa a la diestra de tu Hijo, sin humillación; para Ti el mandar a los ángeles, hombres y demonios, con poder absoluto, sin resistencia, y el disponer en fin, sin reserva alguna de todos los bienes de Dios. Esta es, divina María, la mejor parte que se te ha concedido, y que jamás se te quitará, que es para mí grandísimo gozo. Para mí y mientras viva no quiero otro sino el experimentar el que Tú tuviste: creer a secas, sin nada ver y gustar; sufrir con alegría, sin consuelo de las criaturas; morir a mí mismo, continuamente y sin descanso; trabajar mucho hasta la muerte por Ti, sin interés, como el más vil de los esclavos. La sola gracia, que por pura misericordia te pido, es que en todos los días y en todos los momentos de mi vida diga tres amenes: amén (así sea) a todo lo que hiciste en la tierra cuando vivías; amén a todo lo que haces al presente en el cielo; amén a todo lo que obras en mi alma, para que en ella no haya nada más que Tú, para glorificar plenamente a Jesús en mí, ahora y en la eternidad. Amén.

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