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DOGMA DE LA TRANSUBSTANCIACIÓN


La Eucaristía es el más grande y el más santo de todos los sacramentos; en la Iglesia de Cristo representa lo que el Sol en el mundo; lo que el corazón en el hombre. Lo que el aire para la vida.


Las principales figuras de la Eucaristía en el Antiguo Testamento son las siguientes:


1. El árbol de la vida, plantado en el Paraíso terrenal, cuyos frutos daban la inmortalidad. (Génesis 2)

2. El pan y el vino, ofrecidos en sacrificio por Melquisedec. (Génesis 14:18)

3. El cordero pascual, cuya sangre preservó de la muerte a los primogénitos israelitas en Egipto (Éxodo 12:5-13)

4. El maná, que Dios hizo llover del cielo para alimentar a su pueblo en el desierto (Éxodo 16:13-15)

5.- Los panes de la proposición, que los sacerdotes colocaban en el Tabernáculo y que no podían ser comidos sino por hombres santificados (1Samuel 21:5-7)

6.- El pan cocido bajo la ceniza, que dio fuerzas al profeta Elías para llegar hasta el Monte Horeb (1Reyes 19:5-8)

7.- El pan multiplicado por el Salvador para dar de comer en el desierto a la muchedumbre hambrienta (Juan 6:1-14)


¿Qué contiene la Eucaristía?

La Eucaristía contiene, verdadera, real y sustancialmente, el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, bajo las especies o apariencias del pan y del vino. Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, la víspera de su muerte. Con su omnipotencia convirtió el pan en Su Cuerpo y el vino en Su Sangre, como en otra ocasión había cambiado el agua en vino, en las bodas de Caná.


¿Por qué instituyó Jesucristo la Eucaristía?

Jesucristo instituyó la Eucaristía:

1. Para perpetuar Su presencia entre los hombres.

2. Para alimentar nuestras almas

3. Para renovar el sacrificio de la cruz y aplicarnos Sus méritos. Por consiguiente, la Eucaristía es a la vez Sacramento y Sacrificio: Sacramento cuando está conservada en el Tabernáculo o dada en comunión a los fieles; sacrificio cuando es ofrecida en la Santa Misa.


Se puede considerar en la Eucaristía:

a) La presencia real de Jesucristo

b) El Sacramento

c) El Sacrificio


Presencia Real de Jesucristo en la Eucaristía

En la Eucaristía, bajo las especies o apariencias del pan y del vino, está el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo, y no una imagen o símbolo que lo representa. Tal es el dogma de la presencia real. Este dogma descansa sobre varias pruebas inconmovibles:


1. Las palabras de la promesa y de la institución de la Eucaristía.

- La Promesa. Al día siguiente de la multiplicación de los panes, Jesucristo dijo a la multitud que le seguía: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.” (Juan 6:51) Los judíos responden a esto asombrándose, preguntándose: ¿Cómo puede darnos su carne por comida?. En vez de alejar el pensamiento de la comida real con una explicación fácil, que hubiera suprimido al punto el escándalo, Jesucristo insiste: “En verdad, en verdad os digo, que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros... Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida” (Juan 6:51-56). Y Jesús no deja a sus discípulos otra alternativa que creerle o separarse de Él. Ha prometido, pues, dar su carne como alimento y su sangre como bebida.

- La Institución.- La víspera de su muerte, después de haber comido el cordero pascual, Jesucristo cumple su promesa. Tomó el pan, lo bendijo, lo partió y dándolo a sus apóstoles, les dijo: “Este es Mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”. Tomó el cáliz lleno de vino, lo bendijo y les dijo: “Bebed todos, porque esta es Mi Sangre, la Sangre de una nueva alianza que será derramada por vosotros y por muchos, en remisión de los pecados” (Mateo 26:26-28). Estas palabras “Este es Mi Cuerpo, esta es Mi Sangre”, significaban en su sentido natural, que por Su omnipotencia, lo que era pan se había convertido en el Cuerpo de Jesucristo y lo que era vino, en Su Sangre. Pues bien, estas palabras, que católicamente se toman al pie de la letra:


1.- Expresan un milagro fácil para la omnipotencia de Dios.

2.- Están conformes con las palabras de la promesa hechas en Juan 6.

3.- Fueron pronunciadas por Jesucristo en una hora solemne, la víspera de su muerte.

4.- Tenían por objeto crear un Dogma y establecer un Sacramento.


Si Jesucristo en esa hora hubiese usado de un equívoco o de una figura, habría engañado indignamente a la Iglesia y a los fieles de todos los siglos. Y por si eso fuera poco, dejando adorar el pan y el vino, habría consagrado la idolatría que Él había venido a destruir. Por consiguiente, es imposible no tomar las palabras de Jesucristo en su sentido literal. Hay que creer en la presencia real.


2. La enseñanza tradicional de la Iglesia, intérprete infalible de la palabra de Dios.

Los apóstoles entendieron literalmente las palabras de Jesucristo, San Pablo decía a los corintios: “El que comiere este pan o bebiere el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y la Sangre del Señor, no haciendo discernimiento del Cuerpo del Señor“ (1Corintios 11:27 y 29). San Pablo no hubiera hablado de un modo tan terrible, sobre una simple figura o símbolo. Por lo demás, desde San Pablo hasta nosotros, toda la tradición católica, la enseñanza de los Santos Padres y de los Doctores, los monumentos de los siglos cristianos: catacumbas, iglesias, altares, esculturas, pinturas, etc., proclaman la misma creencia. Hay que llegar a Berengario y sobre todo al protestantismo del siglo XVI, para hallar las primeras negaciones del dogma católico. Es el caso de repetir con Tertuliano que lo que siempre ha sido creído, en todas partes y por todos, debe ser conservado: “Quod semper, quod ubique, quod ad ómnibus... servandum est”.

MilagroEucarístico de Bolsena. Sucedido hacia 1264, confirmado por Juan Fidenza (mejor conocido como San Buenaventura) y aprobado por el Papa Urbano IV

3. La autoridad de los milagros obrados en el transcurso de los siglos.

MilagroEucarístico de Bolsena. Sucedido hacia 1264, confirmado por Juan Fidenza (mejor conocido como San Buenaventura) y aprobado por el Papa Urbano IV

[endif]--Frecuentemente en el transcurso de los siglos, Dios ha hablado a favor del Dogma Eucarístico: Apariciones visibles de Jesucristo en la hostia, profanadores castigados, hostias que destilan sangre, Eucaristía conservada en las llamas, etc. (Véase Mons. De Segur. La presencia real). Los frutos de vida cristiana y santidad producidos en la Iglesia por la Eucaristía, son un milagro perpetuo en el orden moral.


4. La misma razón natural, el dogma de la presencia real se impone a la razón:

Por una parte, este dogma es tan extraordinario y tan incomprensible, que no ha podido ser inventado, ni impuesto al mundo por un hombre... Por otra parte, ha sido siempre admitido, hace aproximadamente veinte siglos, por la Iglesia Universal y por los más grandes doctores y teólogos. El buen sentido concluye que la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía es un hecho divino que se impone a nuestra creencia: incredibile, ergo divinum. Explicaciones de la presencia real:


1) Por virtud de las palabras de la consagración pronunciadas por el sacerdote, la sustancia del pan se convierte milagrosamente en el Cuerpo de Jesucristo y la sustancia del vino en Su Sangre, y no quedan en el altar más que las especies o apariencias del pan y el vino. Este primer milagro se llama transustanciación, o sea, conversión de una sustancia en otra. Nada hay de imposible en este milagro: una transformación análoga se opera diariamente en la vegetación de las plantas. El agua del cielo, el jugo de la tierra, etc., se convierten en la sustancia de la planta. Esta conversión de sustancias se opera asimismo en nosotros. Los diversos alimentos que ingerimos se mudan en carne, huesos, nervios, etc. Todo esto hay que admitirlo porque está comprobado. ¿Por qué debe ser más difícil creer en el misterio de la Transustanciación en la Eucaristía? ¿Quién se atreverá a afirmar que el poder de Dios es incapaz de hacer con el pan y el vino, lo que hace el estómago con el alimento ingerido y el sol, agua, minerales, con las plantas?


2) Bajo las especies de pan y vino está el cuerpo sustancial y real de Jesucristo, Su sangre, Su Alma y Su Divinidad. Jesucristo, pues, está presente todo entero, verdadero Dios y verdadero hombre, en cada hostia consagrada. Tal es el segundo milagro de la Eucaristía. Que Jesucristo esté todo entero en una pequeña hostia se puede explicar sin suprimir el misterio. Y a la verdad, Jesucristo está presente en la Eucaristía por Su sustancia. Es así que la sustancia de un cuerpo es distinta a la extensión de ese cuerpo, es decir, de sus dimensiones físicas (color, sabor, olor), luego la sustancia del agua está tanto en una gota diminuta como en un océano inmenso, la sustancia del trigo se halla tanto en una pequeña espiga como en un enorme montón de masa, la sustancia del pan está tanto en una migaja como en una hogaza entera. Santo Tomás concluye: “Luego, puesto que el cuerpo de Cristo está en la Eucaristía de la misma manera como la sustancia está bajo las dimensiones, per modum substantiae, es evidente que Cristo está contenido todo entero bajo las partes de las especies del pan y del vino” (III p., q. 76 art. 3)


3) Aunque, por virtud de las palabras sacramentales, no haya bajo las especies del pan más que el cuerpo y bajo las especies del vino más que la Sangre del Salvador; sin embargo Jesucristo está todo entero bajo cada especie y bajo cada una de sus partes, cuando están divididas. Como después de su resurrección, el cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Salvador están inseparablemente unidas, por eso Jesucristo, vivo e inmortal, se halla todo entero donde está Su Cuerpo y todo entero donde está Su sangre. Cuando el sacerdote parte la hostia, no se parte o divide Jesucristo, sino que queda entero en todas partes y en cada una de las partes de la misma Hostia. De igual modo nuestra alma está toda entera en nuestro cuerpo y en cada uno de sus miembros; y de un modo semejante un objeto se refleja todo entero en un espejo, y si éste se rompe, en cada uno de los fragmentos.


4) Jesucristo está presente, a la vez, en el cielo y en todos los lugares donde se hallan las hostias consagradas. “No es que el cuerpo de Jesucristo se multiplique, sino su presencia. No hay muchos Jesucristos, sino que un solo y único Jesucristo se halla presente en varias hostias, en varios lugares, como el Sol, que hace disfrutar de su presencia a todos los habitantes del hemisferio que ilumina en su momento. La presencia del Sol en ciertos lugares no es más que una presencia virtual, ya que está en lo alto del firmamento: más la presencia de Jesucristo es una presencia real, puesto que baja a los altares para permanecer allí en el sacramento, tan verdaderamente como se halla a la diestra de Dios Padre en lo alto de los cielos”. Esta presencia simultánea del cuerpo de Jesucristo en varios lugares a la vez es el tercer milagro, que los incrédulos proclaman imposible. Una cosa análoga se nos ofrece a nuestra alma, la cual, siendo simple e invisible, está toda entera, donde se halla, y por tanto, se halla en todas las partes del cuerpo, porque a todas ellas les comunica la vida.


Para darnos una idea de esta presencia simultánea, San Agustín emplea la comparación de la palabra humana. “Tengo en mi espíritu, dice el Santo, un pensamiento lo encarno en la palabra y lo transmito a cada uno de vosotros todo entero. De este modo mi pensamiento, mi verbo, reside a la vez, en mi inteligencia y en la de todos mis oyentes. Si pudiera hacerme oír de todos los hombres que viven en la tierra, mi pensamiento, sin abandonar mi espíritu, estaría al mismo tiempo en el espíritu de todos los hombres. Pero si tal es el poder del pensamiento, del verbo del hombre, ¿Debemos maravillarnos de que el Verbo de Dios encarnado en un Cuerpo, pueda hallarse en el cielo y en todas las hostias consagradas? Indudablemente es un milagro, un misterio, pero este misterio no es más imposible que el de la palabra humana”.


5) Jesucristo está presente en la Eucaristía de una manera permanente, y no solo en el momento de la consagración o de la comunión, sino que permanece presente en la Santa Hostia hasta que las santas especies se alteran. La lámpara arde noche y día ante el Tabernáculo advierte a los hombres la presencia de Jesucristo.


CONSECUENCIA: “La consecuencia de la presencia real de Cristo en la Eucaristía es que le debemos rendir el culto de latría o de adoración. De ahí la exposición, la bendición y las procesiones del Santísimo Sacramento; de ahí el respeto y la magnificencia de que se rodea, en los templos, al Tabernáculo y los vasos sagrados; de ahí también las visitas al Santísimo Sacramento para tributar nuestros homenajes a Jesucristo y solicitar su gracia” (Cauly).

CONCLUSIÓN: Todas estas verdades son otros tantos dogmas católicos=universales, definidos por el Concilio de Trento, y no pueden rechazarse sin incurrir en herejía. Se halla el resumen de todo esto en la hermosa secuencia Lauda Sion, debida al genio de Santo Tomás de Aquino. A los que preguntan el cómo de estos misterios que Dios impone a nuestra fe, basta contestarles: Dios es todopoderoso. Él lo puede, Él lo quiere, Él lo ha dicho; luego hay que creerle.



CONSULTAR TAMBIÉN: CATECISMO DE IGLESIA CATÓLICA. SEGUNDA PARTE LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO, SEGUNDA SECCIÓN: LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA, CAPÍTULO PRIMERO: LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA, ARTÍCULO 3: EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA ![endif]--

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